Las horas van como locas montadas en un carro tirado por seis gatos salvajes, los equipos contendientes se miran con recelo, se habla de traiciones, maletines y teléfonos rojos, y en esto Pedro Morillas, que no tiene claro si es obvio, elíptico o churrigueresco, pero que se siente asombrado ante la vitalidad sonriente de nuestro maniqueísmo, se apunta a lo que sea, al partido elíptico, a las risas elípticas, al sábado elíptico de las doce en elíptico del mediodía.
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