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Desde Dalila, desde Efialtes, desde Judas, desde el conde don Julián no se había visto una traición parecida:
Hasier Larretxea y
Nacho Aldeguer, que habían destacado hasta ahora por una poesía-flecha dirigida sin mayor afeite hacia el centro del blanco, se han apuntado al bando elíptico, ellos sabrán el motivo. El equipo de los poetas jeroglíficos comienza a tener una profundidad de banquillo que puede constituir una fuente de envidias, luchas de egos y culebras poéticas al por mayor.
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